Secretos en los cerebros de Google
El viernes pasado, a media tarde, justo antes de la presentación de Felipe Calderón en el Foro Económico Mundial, un reducido grupo de periodistas nos reunimos con los fundadores de Google, Larry Page y Sergey Brin.
El lugar del encuentro fue un edificio de difícil localización en una zona céntrica de Davos, al que había que llegar sólo bajo la guía de una ejecutiva inglesa que sabía exactamente por qué escalera del Hotel Europe brincar a la calle que nos llevaría a esa oficina decorada con globos y colores que hacían parecer que estaba uno dentro de Google.
Dos jóvenes aguardaban nuestra llegada. Larry y Sergey, corteses y desenfadados, no reflejaban que a los 35 años de edad tienen una empresa con una capitalización de mercado de 112 mil millones de dólares, es decir, más de seis veces el valor de General Motors.
Los periodistas, inquietos por los contenidos en internet que están retando al periodismo tradicional, preguntaron si Google se asume a sí misma como la empresa informativa del futuro. Sergey fue claro: el próximo reinado será el del contenido. Quienes lo creen, quienes generen contenido de buena calidad, estarán en posibilidad de cobrar por él. Pero los diarios, dijo Sergey, también tienen futuro. Luego confesó sólo leer los domingos la edición impresa de The New York Times, pues él se informa a través de la red.
Detrás de mí, en la sala de juntas, había un tipo de cara conocida quien, minutos después caí en cuenta, era Chad Hurley, uno de los tres fundadores de YouTube —adquirida por Google hace unos meses en 1,650 millones de dólares—. Para esas alturas, la discusión ya se había centrado casi por completo en Sergey, quien mostraba la conducta de un ceremonioso sexagenario inglés. Era curioso.
Un momento interesante fue cuando se inquirió a Brin sobre si había pagado una cuota para neutralizar las emisiones de bióxido de carbono en las que había incurrido con su jet privado para llegar a Davos. Sí, fue su respuesta, y dijo que con ello se sentía un poco mejor, pues llevaba a cabo una acción específica en favor del medio ambiente (los CEOs que fueron a Davos tenían la opción de pagar por las emisiones en que incurrieron con sus jets para llegar a Suiza).
Gracias a Carlos Mota por la nota :D
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