febrero 14, 2007 at miércoles, febrero 14, 2007
Planeta Google

"¿Qué hay dentro de la mente de un googler?", pregunta uno de los ingenieros de la compañía. Sus compañeros empiezan a responder: "Ilusión. Sorpresa. Cambio. Indiferencia. Un plan B. Más ilusión". Las opiniones aparecen escritas en un tablero de ideas; así es como llaman internamente a las decenas de pizarras que hay por todo Googleplex, la sede central de Google, en plena California. Las pizarras reflejan las ideas de 3.000 cerebros que están detrás del creciente éxito de la mayor compañía de Internet.

Son los ingenieros informáticos más brillantes del mundo. Son también los que más dinero ganan, los que mejor comen, los que más se divierten y los que más fácilmente pueden dedicarse a explorar sus propios intereses dentro de su tiempo de trabajo. Pero son también los que más han tardado en conseguir su empleo (pasaron hasta por ocho entrevistas) y los que más sufren la presión de tener que innovar a cada minuto.

Google contrata a unas 100 personas a la semana; la única manera de alimentar la maquinaria de una compañía que, es la que más rápido ha crecido en la historia: sus ingresos han aumentado un 437% en cinco años: desde los apenas 200.000 dólares que facturaba en 1999 hasta los más de 961 millones de 2003.

El buscador trabaja en 112 países, pero el corazón de todo su negocio -o mejor, su corazón- está en Mountain View, en pleno Silicon Valley, la meca tecnológica mundial. Googleplex no es una ciudad, ni siquiera un parque tecnológico. Es un conjunto de edificios situados a cierta distancia, que los googlers recorren a pie, en bicicleta o en patineta. El campus está a una hora en tren de San Francisco, y a un tiempo indefinido en coche, así que, para que sus empleados aprovechen productivamente los atascos, Google puso autobuses gratuitos que realizan el recorrido entre la ciudad y la empresa. En ellos hay acceso inalámbrico a Internet, de forma que los ingenieros puedan usar sus notebooks. Ya no pueden perder el tiempo ni en los atascos.

Tampoco en las cafeterías. Dicen que Google sirve las mejores comidas de todo Silicon Valley, cortesía de su primer cocinero, Charlie Ayers, antiguo chef de Grateful Dead. Según explica Ayers en el libro Google, de David A. Vise, los fundadores de la compañía, Larry Page y Sergey Brin, querían que sus trabajadores no perdieran tiempo al salir de la empresa para comer, así que le pidieron que las comidas fueran sanas, variadas y sabrosas. Lo son. Hay una cocina en cada planta de cada edificio, con bebidas, fruta fresca y snacks. Todo gratis. Y hay 11 cafeterías, entre ellas una de comida orgánica.

La declaración de intenciones Google es sencilla pero contundente: organizar la información y hacer que sea accesible desde cualquier lugar. La frase resume toda la estrategia de este buscador, el primero de la Red, que atiende unos mil millones de peticiones al día. Es la idea que llevó a dos jóvenes a montar un buscador de Internet que funcionara de verdad.

Louis Monier, creador del buscador Altavista, el líder hasta que apareció Google, trabaja para su antigua rival. Y explica: "buscar es una actividad central en Internet, está en su mismo origen. Pero buscar es un término muy simple para describir una actividad muy complicada". Pongamos que un internauta introduce la palabra "Saturno" en su buscador. Espera que sepa discernir si se habla de un planeta o una marca de coches, si busca comprar o vender, quiere documentos o imágenes. Antes de Google, además, los buscadores se limitaban a organizar los resultados por el número de apariciones de la palabra en una página, y no por la importancia de ésta.

Buscadores

Los fundadores de Google investigaron cómo convertir la relevancia de una web en un algoritmo matemático. Volviendo al ejemplo, si uno busca datos sobre el coche Saturno, lo más probable es que quiera, en primer lugar, información oficial de la compañía, y no las miles de páginas que mencionan el planeta. Brin y Page decidieron que la mejor manera de determinar si una página era relevante para una búsqueda era premiar el número de veces que era enlazada por otra. Es probable, seguía el razonamiento, que las críticas o artículos que hablan del Saturno contengan enlaces a la página principal de la compañía, así que ésa es la más importante para el usuario. Fue la primera vez que un buscador introducía relevancia social además de conceptos tecnológicos.

Brin y Page convirtieron su idea en la patente 6.285.999 y, como fanáticos de las matemáticas, dedicaron su nombre al número que representa un 1 seguido por 100 ceros, aunque lo deletrearon mal -es googol en vez de google-. Cuando se dieron cuenta, ya era tarde. La idea era un éxito total. Era una idea de ingenieros hecha para ingenieros cuyo secreto es que era tan simple y potente que los propios ingenieros empezaron a recomendárselo a sus madres. Ese éxito se ha traducido en 380 millones de usuarios al mes, 9.000 millones de dólares en ventas y un valor en Bolsa de 145.000 millones.

En Google se trabaja mucho, nadie lo oculta. Pero también, explican, se trabaja de forma diferente. El presidente, Eric Schmidt, cree que la compañía tiende de forma natural al caos. "En el día a día no estás muy seguro de lo que sucede. Este proyecto quizá se lance, este otro quizá esté en problemas, este otro es una nueva idea… Cada día miramos qué funciona y qué no". En una jornada cualquiera de diciembre, por ejemplo, Schmidt y su equipo han revisado los sistemas que utilizan en los centros de datos, los acuerdos en publicidad, y el funcionamiento de la niña bonita, Youtube, que acaba de ser adquirida por unos 1.600 millones de dólares.

Los ingenieros confirman que ésta es una compañía distinta. Marissa Mayer, la vicepresidenta, lo explica dibujando un triángulo. Cuenta que la organización de la mayor parte de las empresas modernas procede del mundo industrial, de las líneas de ensamblaje, donde alguien siempre supervisaba el trabajo de otro. Es una organización piramidal, donde cada empleado realiza un trabajo individual que es supervisado por otro. Google, asegura, funciona más bien como una red, donde los equipos, las responsabilidades y los papeles de cada trabajador fluyen y cambian sin parar.

La forma en la que Google intenta fluir se llama "regla del 70-20-10". Así distribuyen su tiempo de trabajo los empleados. El 70% deben dedicarlo al negocio principal, es decir, las búsquedas (Google aún debe el 99% de sus ventas a los anuncios insertados en su buscador).

En la búsqueda de los nuevos productos revolucionarios con los que Google alimenta continuamente el mercado, los ingenieros pueden dedicar el 20% de su tiempo. Así surgió Google News, que localiza noticias entre medios de comunicación del mundo, o Gmail, el correo electrónico. El 10% restante del tiempo puede usarse en desarrollar cualquier idea, por muy extraña, extravagante o absurda que parezca. Como, por ejemplo, construir el esqueleto de un Tiranosaurius rex en uno de los jardines del campus. Con este reparto del tiempo, Google quiere fomentar la creatividad de sus ingenieros.

A los trabajadores no les gusta contar cuánto ganan, aunque confiesan que están bien pagados, y tampoco quieren hablar de los billares, los masajes, las pelotas gigantes, los juguetes de Lego o las patinetas. "Nos hace parecer idiotas", confiesa uno de ellos. Lo cierto es que toda la empresa parece un comodísimo hogar, con sofás en cada esquina, comida y bebida en cada mesa, y hasta perros y fiestas. No hay horarios de trabajo. Pueden vestir como les parezca, incluso en pijama o bermudas. Y todos los viernes se celebra el llamado TGIF o thank god it`s Friday ("gracias a Dios es viernes"), y toda la empresa, incluidos los fundadores, se reúnen para cantar o comer. Google crece sin parar. El año pasado, sus ventas crecieron un 70%, y su plantilla, un 18%. Y ya no sólo es una de las marcas más reconocidas del mundo (junto con Coca-Cola y Apple), sino que su nombre también aparece en el diccionario Webster como sinónimo de buscar.

- El País de Madrid -

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