Científicos argentinos de la NASA formarán programadores de software
La preparación de los científicos argentinos es buena. De los que trabajan afuera y que yo conozco, a todos les va bien". Son palabras de Guillermo Stenborg, uno de los 11 científicos argentinos que trabajan en la NASA. Este experto en la observación del Sol pasó por Buenos Aires para presentar dos proyectos educativos de Microsoft Argentina donde participa.
Junto con sus colegas estimulará la formación de programadores y arquitectos de software y asesorará a través de Internet a alumnos primarios y secundarios cuando los chicos presenten sus trabajos científicos.
Stenborg (Buenos Aires, 1953) salió hace 10 años del país y subraya que sus opiniones sobre educación son a título personal. Aunque se siente satisfecho de su paso por la carrera de Ciencias Físicas en la UBA, señala un punto débil en su formación: "Nunca me enseñaron cómo redactar un trabajo de investigación o me dijeron qué estructura debía tener cada párrafo en un texto". Y esa falencia, indica, no tardó en pasarle factura: "En Alemania, mi director del doctorado me tiró a la basura el primer borrador de la tesis... No por el contenido sino por cómo estaba escrita y estructurada". Por esa razón, resulta fácil comprender qué se traería de la educación estadounidense: "Allá enseñan a escribir en la escuela. De hecho, aprendo mucho de los apuntes de mi hija Sofía".
De todos modos, uno y otro sistema educativo difieren en más aspectos. Según este profesor de la Universidad Católica de Washington, la diferencia principal es el grado de especialización: "Nosotros sabemos un poco de todo y mucho de nada, allá salen especialistas en transbordadores espaciales". Y realiza un diagnóstico: "A ellos les falta nuestra adaptabilidad y a nosotros, su especialización".
Para explicar otras diferencias, Stenborg acude a su condición de padre que sigue la educación de su hija de 15 años. A favor de la secundaria de estadounidense, señala 4 puntos: más materias científicas, más horas de ciencia en la televisión, mayor uso de Internet con fines educativos y un mayor estímulo para que los chicos hagan sus tareas científicas en museos pensados para ellos.
Eso sí, la secundaria argentina también tiene sus fortalezas: "Allá están orientados a los resultados y en la escuela, por ejemplo, aprenden a manejar calculadoras gráficas para aproximar una nube de puntos a una curva. Pero no les enseñan por qué esa técnica es buena o es mala, es decir, el método matemático en sí. Acá vamos más a las bases del asunto". Y, como buen científico, apunta a la integración de saberes: "Lo ideal sería un compromiso entre ambos enfoques". Ahí la falta de fondos es un obstáculo.
En cualquier caso, a las carencias económicas, la Argentina suma otro problema: la falta de vocaciones. La baja inscripción en carreras como Biología, Matemática o Física resulta alarmante. "Es un problema de información. Leo los diarios y veo que todo el mundo siempre estudia lo mismo: Abogacía, Ingeniería, Empresas... Cuando vivía acá, di charlas en la escuela de mi hija; ahí me di cuenta de que los chicos no conocen las salidas laborales que existen o el alcance de las carreras. No saben que los físicos trabajamos con licenciados en Sistemas, aunque no tengan nada que ver con nosotros".
Según Stenborg, acá hay buena materia prima, pero escasean los recursos económicos y hay que estimular más las vocaciones. No vaya a ser que el país deje de producir un bien que le ha costado tantos años, esfuerzo y dinero: científicos de primer nivel.
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